sábado, 17 de octubre de 2020

 El libro que tenía seleccionado ayer para leer era "Del dibujo infantil a la semiología de la expresión"de Arno Stern, y en él pude avanzar suficiente para que brotaran de mi algunas ideas tipo "caídas en la cuenta". Lo tanía de hace tiempo en casa pero lo agarré rpecisamente ayer, porque el día anterior pasó una cosa que me dejó pensando. Les habñia ofrecido a Ddc y Ameli unos papeles grandotes, lápices y crayones para dibujar, sugiriendoles hacer dibujos/cartel de bienvenida para papá. Amèlia sentada arroba del papel, no paraba de garabatear remolinos, cambiando colores y explorando. Daba gusto verla. Dídac se puso en principio con entusiasmo, emepzando por hacer círculos. Después decidió que quería hacer planetas, seleccionó ocn cuidado alguns colores, y luego comenzño a intentar un dibujo que según su criterio, no le salía. Cada vez mñas enfadado, gritaba "lápiz tonto, color tonto!!" y luego de varios intentos se puso a hacer torres tipo pagoda con los lápices. Pero su frustración se trasladó allí y también se enfadó con las torres que se caían. Finalmente me pidió las maderitas de colores para armar torres, con lo que se relajó. Le pregunté por lo de antes, y me djo que se enojaba porque no le salía bien lo que quería. ¿Te enfadas contigo mismo? No!, me dijo, me enojo con los colores y los lápices.

Podía haber dejado la cosa allí, como he pasado otras veces, en las que pienso que sencillamente Dídac no se siente muy atraído por lo gráfico o lo pñástico, y que no pasa nada, que tiene otros gustos y muchas habilidades. Pero esta vez me quedé pensando en que quizás, el tema no reside en un gusto o no gusto por las actividades plásticas, sino que ese medio que aun no domina del todo, que se le hace curioso y sorprendente, algo inmanejable, deja ver más que otros ámbitos lo que tiene que ver con sus autoexigencias y su autoestima. 

Y por ahi me resonaba que venía aquel libro que compré y hojeé hace muchos meses. 

Sin entrar en detalles ni analisis de sus conceptos y sus elaboraciones teóricas, en apenas una hora de lectura saqué varias hermosas conclusiones. Primero, que efectivamente, pintar para un niño no es ni tiene que ser una "habilidad" sino un juego y quizás una forma de expresión. Segundo, que tengo que evitar a toda cosa que se cuelen en mi "apreciación" la idea de que su dibujo tiene que buscar ser una representación de algo, y mucho menos de que esa representación sea fiel a la real. Eso último evidentemente ya no lo hacía, pero si lo primero, muchas veces le he pedido últimamente si no me dibuja tal o cual cosa. Las pocas veces que lo ha hecho me maravilla y no me resistía al pedido, y luego le intentaba demsotrar todo lo que me gustaba, y cuando me decía algo asi como "hazo tu que te sale más bien", le intentaba explicar que el pintar no se trata de bien o mal,  o que es para divertirse, o  que los dibujos de los niños tienen un encanto que yo jamás podré (volver a) alcanzar. Pero todos esos intentos de explicaciones, ya iban tarde. Ya tiene él la exigencia de una representación, que se traduce en frustraciones como la de hace dos días con sus planetas de colores. Quizás a otros niños no les pasa pero a Dídac si. A él, que con dos años y medio se comprenetaba en pintar con sumo detalle, la premisa no se sabe salida de donde de "no pasarse de la raya" le dejó meses y meses de alejamiento del lápiz. Y ahora éste enojo por el "no me sale".

Pero aun estamos a tiempo. Ayer mismoa. la tarde, aparté un poco una mesita de la pared de la habitación, una donde justo pega un poco de luz, y pegué un monton de papeles para pintar. Pusimos potes ocn crayones por todos y nos pusimos. Pero esta vez empecé yo. Agarré un colorcito y empecé contenta a hacer puntitos, puntitos y rayitas, No dije nada, no pedí nada, le mostré como me divertía inventando. Y asi tal cual se puso él, a hacer sus "puntos-gotas de lluvia", sus circulos "nube", sus rayas "relampagos", en otra hioja, un super remolino hecho a toda velocidad con azul. Asi jugando, totalmente se notaba que jugaba, con los colores sin buscar, sin planear, sin juzgarse. Luego le surgió la idea de taparlos para darle una sorpresa a su papá cuando llegara. Y con esa idea me los presentó: el dibujo de Amélia y su lluvia de colores, los suyos, sus nubes y su ciclón, y el mío, al que llamó "una imaginación".






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