Dídac se independiza de mi. Está en fase total de papi y también de si mismo, de descubrir quien es, que quiere.
Algunos ejemplos son fáciles de dar, porque hay veinte cada día.
Uno pasó ayer, justamente, Jordi se lo llevó a la mañana cuando yo aún estaba en casa. Sabía dónde iba. Simplemente salió por la puerta, me dijo adiosss con un beso volador y dio vuelta a la esquina.
Otro ejemplo son las señoras rabietas que puede tener si no se quiere vestir para ir a dormir. Pero la cosa no va de enojarse, digo yo, sino que tiene claro aixó del dret a decidir. Empezamos a ir al parque o a comprar, o a casi todos lados con él caminando, Si, porque es como quiere ir, al menos un trecho bien largo, después del cual pide upa de manera intermitente. Carrito: no gracias. Cuando vamos los tres, junto con Jordi, se pone en el medio y nos agarra de la mano. Muchas veces jugamos a levantarlo en el aire. Ahora, se enoja y dice ¡no, no no! si lo levantamos en un momento dado. Tiene que ser él que se deje caer, decidir el momento. El resto del tiempo, camina.
Esta toma de decisión no lo hace déspota ni autoritario. Suele aceptar bastante bien los no dichos con astucia, y cosas como que el tiempo de parque, juegos, vueltas en calesita, por ejemplo, se acabe. Pero en ciertas cosas que le pertocan quiere decidir. Todo es ¡Dídac, Dídac! y la imaginación materna -y paterna- tienen que salir a relucir para que el pequeño diablillo entienda que aun no sabe cortarse las uñas o que aunque se intente limpiar el culito él solo con una toallita húmeda, mamá o papá tiene que colaborar para que no queden pedacitos de caca.
Por otro lado, nos damos cuenta de que empieza a entretenerse muy bien solo. De a ratos, por supuesto, pero ahora se lo pùede ver enfrascado en algún juego, clasificando piecitas, cartas o autitos de colección, metiendo cosas dentro de un bolso, o incluso cambiando un pañal a un muñeco, en un proceso que requiere enlazar ideas, planificar y sobre todo, imaginar un sentido y una trama de eventos.
Algunos ejemplos son fáciles de dar, porque hay veinte cada día.
Uno pasó ayer, justamente, Jordi se lo llevó a la mañana cuando yo aún estaba en casa. Sabía dónde iba. Simplemente salió por la puerta, me dijo adiosss con un beso volador y dio vuelta a la esquina.
Otro ejemplo son las señoras rabietas que puede tener si no se quiere vestir para ir a dormir. Pero la cosa no va de enojarse, digo yo, sino que tiene claro aixó del dret a decidir. Empezamos a ir al parque o a comprar, o a casi todos lados con él caminando, Si, porque es como quiere ir, al menos un trecho bien largo, después del cual pide upa de manera intermitente. Carrito: no gracias. Cuando vamos los tres, junto con Jordi, se pone en el medio y nos agarra de la mano. Muchas veces jugamos a levantarlo en el aire. Ahora, se enoja y dice ¡no, no no! si lo levantamos en un momento dado. Tiene que ser él que se deje caer, decidir el momento. El resto del tiempo, camina.
Esta toma de decisión no lo hace déspota ni autoritario. Suele aceptar bastante bien los no dichos con astucia, y cosas como que el tiempo de parque, juegos, vueltas en calesita, por ejemplo, se acabe. Pero en ciertas cosas que le pertocan quiere decidir. Todo es ¡Dídac, Dídac! y la imaginación materna -y paterna- tienen que salir a relucir para que el pequeño diablillo entienda que aun no sabe cortarse las uñas o que aunque se intente limpiar el culito él solo con una toallita húmeda, mamá o papá tiene que colaborar para que no queden pedacitos de caca.
Por otro lado, nos damos cuenta de que empieza a entretenerse muy bien solo. De a ratos, por supuesto, pero ahora se lo pùede ver enfrascado en algún juego, clasificando piecitas, cartas o autitos de colección, metiendo cosas dentro de un bolso, o incluso cambiando un pañal a un muñeco, en un proceso que requiere enlazar ideas, planificar y sobre todo, imaginar un sentido y una trama de eventos.
