miércoles, 20 de abril de 2016

En una semanita mi bebé cumple tres meses. Parece que este tiempo pasó en un suspiro. Como dijo mi papá, va todo tan rápido que lo que cuento hoy parece ya viejo mañana. Tengo ganas de vivir cada momento fuerte, de quedarme aferrada y que no se escape. Cuando Dídac nació, en el instante de sentirlo salir de mi, no pude soportar la emoción y me puse a llorar (cuando paradojicamente el parto transcurrió entre risas). Sentía que no se podía sentir más intenso. Pero ahora que Dídac empieza a dedicarnos miradas y sonrisas, se me estruja la panza de placer, y noto que lo voy queriendo más cada día, que tengo un amor que crece, que a veces es dolorosamente intenso, hermoso y ala vez salpicado de miedos y de autocríticas.

Los dos primeros meses me resultaron difíciles por muchas razones, además de los dolores del principio y los problemas con la lactancia, con el dichoso frenillo, la preocupación por el aumento de peso, de dudas sobre el sueño, el abrigo, el baño, el chupete... dudas! Donde fue a parar mi seguridad en mi misma!?
En mi interior tengo la seguridad de que mi niño sonriente está creciendo saludable y feliz, pero por algún motivo tiendo a ser repetitiva con el tema de conversación, como si hacer alusión al peso, a al no chupete, al refuerzo de leche artificial, me exorcizara de estas cuestiones. Que se yo..
Además, aunque parece cosa sencilla, la tarea de tener las dos manos ocupadas un 90% en upas, no me fue fácil, aunque ocupadas con lo más preciado para mi, mi culoinquietés me carcomía. Ahora que empieza a sentarse 10 minutitos y mirarme, me deleito en hacerle pompones, juguetes y jugarle. Y además logro almorzar y todo :P

Pasado este periodo de altibajos anímicos y sensiblería, me voy encontrando más a mi misma, reconociendome como mami, abriendo los ojos ante este increíble desafío. A veces lo miro, los miro, y me doy cuenta. Me acuerdo. Y es bello.


No hay comentarios:

Publicar un comentario