sábado, 28 de noviembre de 2020

Es impresionante como se constata (cuando estás atenta) la importancia de la claridad de las "normas", de los límites, de que los peques -en este caso Dídac- pueda anticipar el si un pedido "standar" o habitual va a ser si o no de forma definitiva. Cuando tiene claro el límite no pregunta o pregunta y no rechista o rechista muy poco, en función de lo garnde de su deseo. <pero basta que un día aflojemos ese límite, o peor aun lo traspasemos, para que los días siguientes sean un mar de congoja, de berrinches, de enfado por ese mismo límite, que sabe se puede saltar.

LOs límites que están siempre, que no se mueven, son relativamewnte fáciles de marcar. No pegar, no insultar, parar de jugar cuando alguien se hace daño, respetar si alguien no quiere jugar. No alejarse a doinde no lo veamos o oimos en la calle, etc. Se los suele saltar claro, y cada día hay que insistir e insistir. Pero no genera más desafío que el de la paciencia.

Pero los límites dificiles de marcar (creo que más para el papi de momentos) son los que "a veces si a veces no". Y son dos: Dulces (mermeladas, chocolate, helado, no golosinas) son a la hora del postre ( y en desayuno algunas cosas particulares). Dibujitos son a la hora de la siesta. Golosinas en cumpleaños y en Haloween (o si cae alguno convidado).

Básica y curiosamente, las cosas que hacen daño en exceso, y para las que el cuerpo tiende a pedir el exceso. Es decir, las cosas adictivas, ni más ni menos. Azucar y pantallas. Y la explicación que le damos es sencilla, más no porque lo cuidamos. Pero cuesta. 

La vecina abuela del fondo hace unos días (tras una conversación con Dídac sorprendente, en la que Dídac se interesaba por sus perras, su nombre, si charlaba con el otro vecino Tomeu..) ella le dijo que le daría una chuche cada día que pase.. y ahi tuvo que salir mami agüafiestas a poner freno. Es una función en la que no se pueden repetir muletillas, sino que hay que tener claros los porques. 



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