jueves, 20 de junio de 2019

Amelia con sus 9 meses, dicharachera, sonrisa pura, disfruta de chocar entre si cosas y oír su Pam Pam Pam.
La escuela bosque acabó su ciclo de este año, de un modo un poco conflictivo, con Joana que se marcha intempestivamente, familias que se bajan del proyecto, redefiniciones y un reinicio más pequeño de lo que el proyecto era al inicio, un verkami a mitad de campaña, muchas entrevistas y CV  y una nueva profesional que nos encanta. Una comida amena entre todas las familias, los peques que pasaron este año, jugando juntos en el bosque. Y las ganas de seguir trabajando aun un poco más para sacar adelante ésta idea de jardín de infantes donde nuestros hijos crecen con amor a la Madre Tierras aprenden jugando. Jordi y yo somos ahora el 50% de lo que queda, y creemos que vale la pena un esfuerzo más. QuItaremos unas horas más al estudio para hacer paradas, escribir mails y artículos, repartir folletos. Y si este año no se puede, seguiremos en pié hacia el que viene. A ver que pasa.

Hace unos días hicimos paradeta en busca de afinidades para A Lloure, justamente, y en el pequeño bosque de Sa Cabaneta, ella dio rienda suelta a sus ganas de tocar tierra y caminarla.. o gatearla, llenándoselos de vida las manos y los pies, bajo nuestra mirada atenta anti piedras a la boca. Alguna ramita seca si que logró degustar. Ni es que haya sido su primer contacto terrícola, pero sin duda si el más intenso hasta el momento. Se viene el verano, de todas maneras, y eso se va a quedar pequeño, llena de ganas como está Ameli de explorar y tocar, revolear, chupar y descubrir el mundo.
Ayer en el Port -me permití escapadeta tras día de estudio interrumpido y agobio- disfrutamos viendo a Dídads e pinar reír y chapotear, nos llenamos de posidonia seca y un poco antes de irnos, ella atrapó con la mirada una gaviota, grande y esbelta, que se acercaba a cuchichear.



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