miércoles, 21 de julio de 2021

 Una tarde libre (de niños) y no se por donde empezar.  Jordi pudo librar un día de trabajo y se fueron a pasar el día con nuestra amiga couchsurfer, y sus dos hijitas Nora y Largui (ni idea como se escribe, pero significa Luz de muertos, desde una perspectiva pagana, pero a la vez sagrada, entiendo, de conexión con el mas allá, cuanta intensidad en un nombre). Ya anduvimos para arriba y abajo días previos, y hoy me dieron tarde libre post trabajo. Fui a la pelu. Empiezo a amigarme con la idea de ir , casi, cada mes. Hay que ver disfrutar de cada etapa, que remedio, sacarle el jugo.. Y ahora escribo en el jardín, cayendo la noche de verano. Oigo a a flujos vecinos regar, a otros discutir. Aun así, me siento plácida. El día en el trabajo me enfrenta a cabecitas muy difíciles, algunas seriamente trastornadas. Llego cansada pero satisfecha, asi como siempre me ha e¡hecho sentir esta profesión mía. Y en general, lejos de querer huir de los pequeños conflictos que surgen en casa, con las cabecitas de mis hijos, abrazo los conflictos, o al menos les doy la mano, intento no ahogarme en un vaso de agua. Intento, y creo q es el desafío mayor,  discernir cuando se necesita que resuelva o que intervenga, de cuando se necesita la mera presencia, el estar, el escuchar, el acompañar el sentimiento. Cada frustración, cada disgusto, cada capricho u objeto perdido y lamentado, les hace crecer, y no necesitan que nadie les explique "que no tiene importancia", que no es para tanto, o que se puede comprar otro. Es un pequeño duelo que han de atravesar. Y como todo duelo, a quien le pasa no se le dice "no es para tanto", sino te acompaño en el sentimiento. Oh, Amelia, que pena, le decimos, cuando llora por un papelito blanco que perdió por la calle. No hacia falta explicarle más.


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