sábado, 26 de agosto de 2017

Para nosotros, la estabilidad que va ganando este cachorro nos da un descanso. Ya logro verlo de pie encima de una silla o el sofá, o subiendo los escalones del patio para correr atrás de Tila, sin taquicardia y guardando prudente distancia. No solo es que tenga mayor control de su cuerpecito sino también que reconoce cuando tiene que pedir ayuda.

De aquí a pocos meses estará subiendo solo a los toboganes y castillos, que de momento me parecen abismos. De todos modos me planteo que sería lindo seguir corriendo atrás de él en los parques, quizás sin tener que tenerlo de la mano o atajándolo por la camiseta, sino inventándole juegos. En estos meses de parquelandia (en Esporles, en Palma o en cualquier parque infantil a donde vamos a parar) pude experimentar sin pudor el estar metida en medio de las rondas de niños, o compartiendo la soledad de un niñito o niñita que se columpia solo. En la mayoría de las ocasiones acabo, además de cuidando a Dídac, entreteniendo a otros. Una vez hicimos una carrera con burbujas, otra contamos hasta 25 muchas veces mientras giraba el columpio todo enroscado, otra vez intenté enseñar a hacer la medialuna a la menos ágil de las amiguitas, otra vez aprendimos la canción de en el fondo de la mar, y otra, hicimos comer zanahorias de hoja a un gusanito. Me da la impresión de que los peques peques, disfrutan de que un adulto les siga la iniciativa, les conduzca el juego, les aporte, ramifique y enriquezca el sencillo mundo de juegos con ideas nuevas. ¿porqué habría que retirarse a sentarse a las mesitas del bar, mientras estos pichones juegan solos? Un poco y un poco, quizás. Pero me ilusiona pensar en inventarles búsquedas del tesoro, recolección de las mil maravillas, juegos de kim y mil historias para que cuando esten solos, tengan un  buen cúmulo de recuerdos que sirvan de punto de partida para su imaginación. Dídac y sus amiguitos. Al menos yo recuerdo en mi infancia toda esa serie de cosas y las agradezco infinito.




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